domingo, 14 de noviembre de 2010

La democracia en América


Para este apunte tomo prestado el título de la gran obra de Alexis de Tocqueville, que ya a inicios del siglo XIX analizó los grandes rasgos del sistema político en Estados Unidos, que todavía perviven.

Apenas dos años después del triunfo de Barack Obama en las elecciones presidenciales, un nuevo movimiento político ha irrumpido con éxito en el Capitolio. Este movimiento supone una enmienda a la totalidad a lo que representa el actual presidente de los Estados Unidos, una contrarreforma a las tesis del “Yes We Can”.

Ni siquiera el nombre es casual, este movimiento se ha autodenominado “Tea Party”, y tiene su origen en el fenómeno detonante de la independencia norteamericana, los impuestos de la Corona Británica sobre el Te. Su seña de identidad es reducir al mínimo la intervención del Gobierno en la vida de los ciudadanos, lo que supone reducción de impuestos, reducción de políticas públicas y reducción de controles gubernativos. Su objetivo es influir directamente en los representantes de los ciudadanos y la vía que han elegido es infiltrarse en el partido republicano, como varios de sus representantes cualificados han proclamado.

Ya tuvieron éxito impulsando la designación de los candidatos republicanos más próximos a su ideario, y tras las elecciones del primer martes de noviembre muchos de estos han logrado escaños en la cámara de representantes. Si bien es cierto que algunos elementos excéntricos han quedado fuera, lo cierto es que la mayoría conservadora en Washington está más escorada a la derecha que nunca.

¿Por qué se ha producido un vuelco tan significativo en la política norteamericana en apenas dos años?

La clave está sin duda en la diferencia del porcentaje de participación en ambos comicios. Mientras que en las elecciones en las que salió elegido Obama votaron 6 de cada 10 ciudadanos con derecho a voto, en las del pasado 2 de noviembre de mitad de mandato fueron 4 de cada 10. Lo que supone un 20 % de diferencia.

Obama no ha sido capaz de movilizar a gran parte de los que le apoyaron en 2008 para estas elecciones parciales de mitad de mandato. Podemos apuntar varias razones: que las reformas introducidas, como la sanitaria no han desplegado sus efectos, que la crisis económica ha desgastado la popularidad del presidente, o que simplemente no ha sido capaz de trasladar las expectativas de cambio a la realidad de la sociedad norteamericana.

Esto ha sido aprovechado por sus rivales políticos, a los que les basta con que aquellos que no necesitan del Estado para mejorar su calidad vida acudan a votar. Resulta paradójico que aquellos que quieren desmontar la intervención pública sean los que se encuentren más movilizados y acudan a votar masivamente. Mientras que los más necesitados de los mecanismos de equidad que introducen los poderes públicos no acudan a las urnas.

El Tea Party busca con este voto preservar sus intereses: fundamentalmente que se produzca una bajada de impuestos, que se eliminen políticas públicas y se evite cualquier tipo de movilidad social, fundamentalmente de negros, hispanos e inmigrantes.

Si entendemos la naturaleza política de la democracia americana, tal y como la describía Tocqueville nos daremos cuenta que estos votan a aquellos que le representan. No votan un partido político, o un programa político. Votan a unos representantes que deben defender su modo de entender la vida. De ahí la fuerza con la que han irrumpido en esta campaña, con apenas un año de existencia y con un discurso sencillo, “mi dinero es mío y no del Gobierno Federal”.

Y lo que quiere esa mayoría que ha conquistado la cámara de representantes es que el gobierno no se meta en sus asuntos, que les deje libertad para sus negocios, para llevar armas, para elegir sus seguros privados, sin contribuir a la seguridad o la salud de los demás.

Frente al individualismo del Tea Party, Obama debe apelar al sentimiento de comunidad tan arraigado en Estados Unidos y hacer ver que su proyecto es un proyecto para el conjunto de la comunidad nacional.