domingo, 18 de abril de 2010

Los enemigos de la Justicia


En noviembre de 2002 asistí a una conferencia del Juez Baltasar Garzón en la Universidad Internacional de Andalucía, en el entorno de unas jornadas dedicadas a la “Globalización de la Justicia”. Muchos estudiantes de la Facultad de Derecho nos apuntamos a dichas jornadas, sin embargo no todos los inscritos se fueron satisfechos con las palabras del Juez de la Audiencia Nacional.

Para que nos situemos en el contexto de aquellos años, en España vivíamos en lo que suelo calificar como la “dictablanda” de la segunda legislatura de Aznar, en la que la mayoría absoluta conservadora actuaba como un tanque frente a las reivindicaciones de diversos sectores sociales, como la de los estudiantes universitarios frente a la famosa LOU, o los trabajadores en contra del decretazo. Sin duda Aznar contaba con muchos seguidores en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, no obstante, los que ganábamos las elecciones de representantes siempre éramos los progresistas, creo que porque trabajábamos más en la defensa de nuestros compañeros.

Volviendo a aquella conferencia, junto a mi se sentaban algunos de aquellos jóvenes seguidores de Aznar, cuando el juez Garzón entró en la sala ellos aplaudían con insistencia, fervor, incluso diría apasionamiento. Durante esos meses el magistrado había dirigido importantes operaciones contra ETA, por lo que los cachorros de la derecha le estaban muy agradecidos a Garzón por los servicios prestados. Incluso seguro que en esos momentos estaban recordando actuaciones contra destacados dirigentes socialistas por corrupción.

Sin embargo, cuando comenzó el acto, el magistrado no habló sobre sus operaciones contra ETA, aunque lo esperaran ansiosamente estos estudiantes, para su estupor relató de forma minuciosa y concreta el proceso de extradición seguido contra el dictador chileno Augusto Pinochet, refugiado en Londres. Garzón exponía que en casos de delito de genocidio, existe un principio de Justicia Universal que permitiría juzgar a los responsables en cualquier Tribunal, con garantías democráticas. Dicho principio de jurisdicción universal emana de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de los convenios y tratados internacionales suscritos por los distintos Estados y de la propia legislación interna, como el artículo 10 de nuestra Constitución. Así aquellos delitos considerados de “lesa humanidad”, como el genocidio, no estarían sujetos a prescripción, ni al principio de territorialidad de la jurisdicción, ni cabría contemplar amnistías para los mismos.

A los estudiantes que se sentaban junto a mi no les gustaron las palabras de Garzón, los aplausos se convirtieron en protestas, no esperaron a que acabara la conferencia y entre exabruptos abandonaron la sala, protestando e insultando al magistrado. Podríamos resumir que su concepto de la Justicia era el siguiente: “La Administración de Justicia es buena cuando persigue y procesa a mis enemigos, y es mala cuando persigue y procesa a mis amigos”, por tanto valoraban al juez Garzón en función de las características de los delincuentes que procesa, no en virtud de su trabajo. Dicho planteamiento maniqueo, y simplista, propio de determinadas corrientes políticas, es el que se respira hoy en España.

No se puede administrar justicia en función de intereses, el Juez debe ser independiente y perseguir el delito, independientemente de quién sea el delincuente o que objetivos le guíen. Aquellos que no asuman este principio son enemigos de la Justicia. Los enemigos de la Justicia han preparado una campaña de acoso jurisdiccional contra el Juez Garzón, por destapar una metástasis de corrupción en el seno del PP, llamada Gürtel, y por procesar a los genocidas españoles, ya muertos, y dignificar a las víctimas, recuperando sus cuerpos de las cunetas de las carreteras y de las tapias de los cementerios.

Los enemigos de la Justicia, no creen en los principios de jurisdicción universal, de imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad, ni de independencia del juez. Quieren unos jueces adocenados, preocupados de la seguridad y del orden, y no de la Justicia social, que persiga al delincuente común, al ladrón, y que deje escapar al delincuente de puños blancos, al chorizo. Confío en que los enemigos de la Justicia no puedan con Garzón, que siga administrando Justicia, independientemente de quienes sean los perseguidos, del banco en el que se sienten y del poder que tengan.