sábado, 28 de febrero de 2009

Pacto contra la corrupción

En los últimos días se han iniciado instrucciones judiciales por casos de corrupción que están teniendo una gran trascendencia en los medios. Me ha llamado la atención la reacción del Partido Popular que ha cerrado filas en torno a los sospechosos y ha atacado directamente al juez que lleva la instrucción, acusándolo de tener un interés directo y malicioso en el caso.

Sin duda la corrupción es un fenómeno que va a estar siempre presente en la vida pública, desde el momento en que son hombres y mujeres los que ocupan los cargos, y habrá algunos de ellos que no puedan superar sus propias miserias humanas. Sin embargo, lo importante será advertir cómo deben reaccionar los partidos y las instituciones frente a los casos de corrupción. La reacción debe de partir de un principio tangible: cuando un responsable público comete un delito en el ámbito de sus funciones supone un ataque al conjunto del sistema democrático. Los cargos públicos representan al conjunto de la ciudadanía y responden ante ellos, por lo que no pueden abusar de su poder para intereses distintos de los generales, la sociedad no puede ni debe tolerar esto. Por tanto, a mayor grado de corrupción, mayor desconfianza de los ciudadanos en nuestra democracia y mayor es el riesgo de sufrir una involución antidemocrática.

Por ello, es tan importante que los partidos y las instituciones desalojen a cualquier persona sobre la que pesen indicios razonables de responsabilidad penal, por la propia salud del sistema democrático. Si un partido, o una institución, defiende a un corrupto, o bien dispara contra el juez o el fiscal que ejerce la acusación, o bien lanza una cortina de humo, está atacando al propio sistema democrático. Con lo que podemos llegar a la conclusión de que ese partido no cree en nuestra democracia.

Debemos aislar a los corruptos, por que si no lo hacemos así, la sociedad y los ciudadanos tendrán la sensación de que todo vale, de que todos los políticos son iguales y de que todos miran sus intereses individuales. Mayor será la desconfianza en momentos como estos en los que muchos sólo tienen el recurso de los sistemas públicos de seguridad social, sanidad, educación, dependencia para salir adelante. Así los ciudadanos acabarán frustrados desengañados y con el resultado final de falta de implicación y de participación en los procesos electorales, y lo que puede ser más grave un estallido social.

Por tanto, frente a la corrupción hay que reaccionar de forma rápida, se debe cesar a los presuntos responsables, para que se defiendan sin abusar de su cargo en el proceso judicial, se deben renovar los cargos de inmediato, no se debe lanzar acusación al rival con la expresión “y tu más”, sino hacer piña democrática y frente común en contra de los corruptos. Nuestra calidad democrática se medirá por gestos como estos de nuestros gobernantes.

lunes, 9 de febrero de 2009

¿Tienen los jueces derecho a la huelga?

No pretendo hacer un análisis jurídico sobre la cuestión, ni defender los fundamentos que han llevado al Consejo General del Poder Judicial a declarar ilícito el ejercicio del derecho de huelga por jueces y magistrados. Pero resulta necesario hacer una valoración política del conflicto colectivo planteado por los integrantes de este poder del Estado.

En primer lugar hay que dejar de manifiesto que la situación de la Administración de Justicia es claramente deficiente, sobre todo en comparación con otras administraciones y servicios públicos. Hay muchas razones que dan explicación a este fenómeno y muchas responsabilidades compartidas. Sin embargo, la reacción del cuerpo judicial se desata a partir del expediente incoado al Juez Tirado, por la dilación en tramitar la ejecución de una sentencia, lo que tuvo una repercusión muy importante en la opinión pública. Sólo cuando se han dado cuenta de que no pueden ser responsables de todo lo que pasa en el juzgado, han pedido la implantación del nuevo modelo de Oficina Judicial, que distribuye las tareas del trabajo entre magistrados, secretarios y distintos funcionarios públicos. Hasta ese momento no eran en absoluto defensores entusiastas de esta reforma. Por tanto, hay que advertir que llegan tarde.

En segundo lugar, como poder del Estado no pueden poner a la sociedad ante el dilema de que el convocante de la huelga tenga que decidir a su vez sobre la legalidad de la misma. El juez es un poder invisible, un poder en negativo, que vela porque los comportamientos se ajusten a la Ley, por lo que no deben tener iniciativa de intervención pública, sólo habrán de conocer de los casos que se le plantean. Ni tampoco pueden tener un interés directo en el asunto.

En tercer lugar, el país atraviesa una de sus mayores crisis económicas, por lo que nos toca a los funcionarios y poderes públicos extremar nuestro grado de responsabilidad. La sociedad no entendería que en un periodo de grave destrucción de empleo, los servidores públicos defendiéramos intereses corporativos, en lugar de trabajar en beneficio del interés colectivo. Esto se puede aplicar también a otros colectivos, como aquellos que se oponen al adelanto del curso escolar.

Por tanto, las asociaciones judiciales deben trabajar en coordinación con el gobierno y con el legislativo para la puesta en marcha de este nuevo sistema de organización de Juzgados y Tribunales. Así mismo, deben impulsar que en los presupuestos se recoja una mayor inversión en la Justicia y colaborar con todo su empeño en la implantación de los nuevos sistemas informáticos y telemáticos.

martes, 3 de febrero de 2009

Mucho más que un partido de tenis


El deporte tiene momentos de carácter épico, mediante los que se desvelan la verdadera naturaleza del ser humano. Uno de esos momentos épicos se produjo el pasado domingo en Australia, en la final del abierto de tenis que jugaban Rafael Nadal y Roger Federer. Hasta el año pasado el suizo había sido el dominador absoluto de este deporte, el número uno en el ranking y atesoraba hasta 13 gran slam. Sin embargo, en poco tiempo ha visto como el jugador español lo ha superado en todas las facetas del juego, en todas las superficies, hasta terminar abatido y completamente hundido en la pista de Melbourne, tras perder el último partido. Para Federer, Rafa Nadal se ha convertido en un rival insuperable, así que no tuvo más remedio que expresar su rabia y su propia angustia mediante lágrimas de impotencia. Probablemente ya no vuelva a ganarle a Rafa en una gran final, a menos que supere su propio miedo de enfrentarse contra su bestia negra.

En el deporte el estado físico es una condición necesaria, pero no suficiente para la victoria. Lo determinante es el factor humano, lo que nos diferencia de los animales. Y el factor humano no es otra cosa que la voluntad de ganar, la preparación mental para superar al rival, la capacidad de concentración suficiente para no desfallecer, el espíritu para resistir y sacar fuerzas frente a la adversidad. El deporte nos enseña que la victoria pertenece a los que no se rinden, no a los que acumulan más títulos, por lo que el número uno, el que no estaba acostumbrado a perder, tendrá que afrontar el momento de encontrarse con un rival más capacitado, sin confiar en su herencia, peleando en pie de igualdad.
Esta es la épica del deporte, pero también es la épica de la vida, y podríamos citar más casos, anteriores al del pasado domingo, en los que el deporte nos enseña el material del que están hechos los seres humanos: Spiridon Louis en el maratón de los primeros juegos de la era moderna, Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín frente a los jerarcas nazis, Abebe Bikila corriendo descalzo por las calles de Roma, Nadia Comanecci en Montreal, el gol de Maradona frente a Inglaterra en el mundial de 1986, Marco Pantani en el Mont Ventoux, la selección sudafricana de rugby en el mundial de 1995 con Nelson Mandela como Presidente o Yelena Isinbayeba, primera mujer record mundial de salto con pértiga.